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viernes, marzo 12, 2004

Desgarrando pieles, trazando líneas sin principio ni final. Sintiéndote arraigado, atado, pegado...
Basta. Y llorás desquiciadamente, sin fuerzas, sin ánimos... golpeándo aires que van y vienen.
Gritos surcados por lágrimas profundas, incoloras, inoloras, incípidas.
Perdido en un río de olas violentas, raspando contra rocas rellenas de mentiras.
Y desde las profundidades sale un serenata que te llama, te mece en sus brazos y te vuelves un niño en el retorno.
Como un pétalo renaces en un citio nuevo, toda mañana sincronizada a la vida y simultaneamente a la muerte.
Y silencio, inherte. Despiertas, caes... ¿Caes? ¿Caes de las profundidades de un océano hasta el cielo? ¿Hasta la tierra? ¿Seguro?
Fijando este punto de vista, que tengo en la mano izquierda, te digo que no caes, pero despiertas húmedo harto de hablar, queriendo mecerte en sus brazos otra vez, pero ya no está... se fue... solo otra vez, husmeando por doquier, fisgoneando la partida y robando al porvenir sus entradas...
Y ¡Ahí! Es cuando realmente caes, cuando ves que tu búsqueda se acabó cuando robaste la de otro, cuando no eres más que un plagio humano, que camina en círculos perforando suelos ya pisados... no eres nadie, tratas de remendar daños, tratas de volver a tí, ves tu cuerpo arrastrándose en la tempestad de tu alma olvidada... y nunca llegas, el tiempo es tan veloz que se te va, no tienes tiempo para frenarlo. ¿A quién recurres? Tus recursos están agotados, tamaño desierto es el que te rodea!... que vulgar eres...
¿Qué burdo sonido tratas de emitir? ¿La atención de quién quieres captar? No hay NADIE.
Soledad, desierto, angustia, represión, agonizar.

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